miércoles, 2 de noviembre de 2011

De coches y corazones rotos


Hace unos meses me mudé a Houston, debo decir que no soy de esas personas que encuentran la ciudad increíble y el estilo de vida gringo no es algo a lo que aspiro en general, de hecho nunca antes había estado en la ciudad, con todo y lo cerca que queda y lo convenientes que son las compras. Cuando supe que esta sería mi residencia por un tiempo, decidí esperar y no alimentar ningún tipo de expectativas ni para mal ni para bien, había que llegar a Houston para decidir si me gustaba.

Ya instalado puedo decir que la ciudad está bien, hay buena comida y servicios, le falta toda la personalidad que le sobra a mi querido Distrito Federal y la maravilla de orden y planeación que la define, justo le resta algo de emoción y diversión. Sin embargo hay un asunto que no es específico de esta ciudad, pero que aplica muy bien a las urbes grandes de Estados Unidos, la distribución del cine. Aquí llega casi todo, llega a tiempo,  no desaparece a la semana y hoy en día tienen su distribución en varios formatos para disfrutar con calidad de imagen pelis en la computadora, la tele y otros dispositivos inalámbricos.

Yo prefiero el cine en el cine, la pantalla grande, el sonido alto y la experiencia compartida que implica una sala semi llena, por eso aunque las pelis se ofrecen en internet, on demand, y en formatos digitales, yo prefiero esperar a que lleguen a la pantalla grande, pagar mi boleto y dependiendo del humor, unas palomitas. En un par de estas visitas, descubrí dos películas, que no estoy seguro hubiera podido ver en la ciudad de México y que la fuerte reacción que generaron en mi, justifican hasta ahora, mi permanencia en Houston. En ambos casos se trata de cine independiente, con tintes de violencia extrema y gráfica, con lo cual podrán entender por que me llaman tanto la atención.

Bellflower se puede describir como un producto de meter en una licuadora Mad Max, Blue Valentine y 21 Grams, y sorprendentemente obtener un buen resultado. Una historia típica de chico conoce chica, se enamora y todo mundo termina con el corazón roto, sin embargo la variación que hace original esta película es que el chico está obsesionado con construir un auto para los días después del apocalipsis y armarse con un lanza llamas (también diseñado por el chico y su mejor amigo), todo esto sin que haya una clara fecha para que inicie el fin del mundo.

Drive es una película un poco más sofisticada, su director es un veterano europeo en su primer intento en Estados Unidos, tiene al chico del momento Ryan Gosling y es la típica historia de chico conoce chica, se enamora y luego se mete en problemas al ayudar al esposo ex convicto de la chica.  Cabe mencionar que el chico es conductor profesional de autos y la cinta incluye algunas de las persecuciones de coche mejor filmadas en la historia del cine.

En términos de estilo e historias  son películas muy diferentes, Bellflower es una ópera prima hecha sin presupuesto, filmada en medio del caos en que viven los personajes, con un reparto de primerizos, que logran un buen trabajo y Drive es la obra de un director experimentado que realiza con elegancia cada plano de la cinta. Sin embargo ambas pelis coinciden en su reinvención del cine de acción, estamos rodeados en los dos casos de testosterona, machos muy machos con sus coches cabrones, y sus estilos de vida poco románticos, la violencia gráfica es un elemento en común bastante impactante (la sangre salpica de la pantalla y el ruido nos obliga a protegernos en las secuencias más fuertes), pero en el fondo ambas películas son historias de amor trágicas, que nos dejan al final con un sentimiento fuerte de tristeza y soledad, lo demás es sólo la atmósfera que envuelve la destrucción emocional que implica un corazón roto o un amor imposible.

Les dejo los cortos de ambas pelis y hablamos pronto


Bellflower:
http://www.youtube.com/watch?v=j3KX2IPTbjE

Drive:
http://www.youtube.com/watch?v=CWX34ShfcsE

No hay comentarios:

Publicar un comentario