Mi sobrino Lalo va a cumplir 7
años, es un niño muy noble, despierto y cuando se juega con él, es fácil darse
cuenta que es lo suficientemente listo para medir hasta donde puede abusar o
hacer trampa sin que lo caches. Hace casi dos años visitó el que era entonces
mi departamento en la colonia Roma del DF. Después de un rato de correr y dar
vueltas, se aburrió y me preguntó si le podía poner una película. Mi colección
de DVD´s es de buen tamaño, pero la selección de cine infantil es pequeña,
algunos casos de nostalgia, algunos logros técnicos impresionantes y unas
cuantas obras de directores importantes que han contribuido con pelis para
niños. Lalo podía escoger de entre 10 o 12 pelis y para mi sorpresa eligió Fantastic Mr. Fox de Wes Anderson. Debo
aclarar que todos los miembros de mi familia nuclear y anexos cercanos tienen
una gran afición al cine, pero entre sus cintas favoritas hay muchos títulos
cuestionables, sin entrar en detalles, por eso me sorprendió la elección tan
bien calificada de mi sobrino, quien vio la peli de principio a fin, sólo perdiéndose
los momentos en que salía a comentar algo muy graciosos que había sucedió en la
pantalla.
En 1999 tuve la racha más larga
de pelis buenas que vi en cines, desde Fight
Club hasta Black Cat White Cat,
pasando por Todo Sobre mi Madre y Lola Rent. También el 2009 fue un gran
año para ver cine, hubo estrenos grandes de verano que valieron la pena y pequeñas cintas independientes que
resultaron sorpresas increíbles. Entre aquella cantidad de películas, me topé
con Rushmore, segunda cinta de un
director texano (de Houston curiosamente), que en su momento encontré buena y
entretenida. Entre todo lo que estaba viendo, no le presté mucha atención. Un
par de años después estrenaron The Royan
Tenenbaums y entonces empecé a poner atención al director, busqué su prima
cinta, Bottle Rocket, y volví a ver
aquella peli que pasé desapercibida en 1999. Esos tres ejemplos fueron
suficientes para crear una obsesión. El estilo visual, la composición de los
cuadros y el diseño de producción convencen como para dedicar tiempo al estudio
del cine de Wes Anderson; sin embargo, el gran encanto de sus películas es
otro, su tono de comedia, su realidad alterna y la dulzura genuina que alcanzan
sus historias son los elementos que me hacen correr al cine cada vez que se
estrena una nueva peli de él.
Moonrise Kingdom sucede a finales de los años 60, pero podría pasar
en cualquier otra época, una de las maravillas del cine de Anderson es que es
capaz de inventar un mundo con sus propios limites dramáticos. La anécdota es
simple, en una pequeña isla, un niño huérfano se enamora de una niña durante un
campamento de verano para Boy Scouts, una año después ambos deciden huir para
tener una aventura. El escape de los pre adolescentes, le complica la vida a
los padres de ella, al líder scout del campamento y al jefe de policía local,
quienes los buscan e intentan salvarlos de ellos mismos. Suena a la típica
comedia de enredos, pero quienes conocen la obra del realizador texano, sabrán
que hay mucho más que esperar. Por un lado, la manufactura de la cinta es
impecable, la cinta tiene una textura desaturada, es decir que hace menos
brillantes los colores, lo que deja la sensación de estar hecha con película
vieja, como si hubiera sido filmada en el año que se desarrolla la trama; sin
embargo, la fotografía y la paleta de colores elegidos por Anderson, y sus
directores de arte y de fotografía hacen que la propuesta sea más que un truco
para darle onda a la peli y se convierta en un motivo más para celebrar la
dulce melancolía que envuelve a la cinta.
Las actuaciones son parte de un
estilo que el director ha desarrollado y tienen dos características principales,
la primera es la seriedad con la que se toman la comedia, es decir, lo que sucede
en la pantalla es real y sus reacciones no pretenden ser graciosas, es la magia
del lenguaje cinematográfico y de un guión bien construido lo que hace que el
cine entero suelte una carcajada. La segunda característica es que los
personajes parece incómodos en su propia piel, todos, desde los más importantes
a los más secundarios, son una especie de freaks que intentan funcionar en un
mundo normal y pretenden lograrlo aunque haya siempre un dejo de tristeza en
cada una de sus miradas.
Las historias de Anderson
encuentran siempre un final dulce y esperanzador en medio de mundos que están
llenos de complicaciones y frustraciones, sabemos que ninguna de las historias
se ha cerrado, que los personajes aún tendrán que volver a enfrentarse con sus
ineptitudes e incomodidades, pero los encuentros casuales que se generan
durante la película, generan la esperanza de que, por lo menos, de ahora en
adelante no estarán tan solos. Moonrise
Kingdom se estrenó en Cannes en mayo de este año por las premiaciones y las
críticas parece como si hubiera pasado desapercibida, ese es quizá otro más de
los encantos de la peli, cuando salimos de la sala sabemos que hemos visto buen
cine, pero es tan discreto y elegante, que no hace falta aplaudirle de pie ni
llenar con frases poderosas las reseñas. Todo es una complicidad del director
con cada uno de nosotros.
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