martes, 10 de julio de 2012

Wes Anderson


Mi sobrino Lalo va a cumplir 7 años, es un niño muy noble, despierto y cuando se juega con él, es fácil darse cuenta que es lo suficientemente listo para medir hasta donde puede abusar o hacer trampa sin que lo caches. Hace casi dos años visitó el que era entonces mi departamento en la colonia Roma del DF. Después de un rato de correr y dar vueltas, se aburrió y me preguntó si le podía poner una película. Mi colección de DVD´s es de buen tamaño, pero la selección de cine infantil es pequeña, algunos casos de nostalgia, algunos logros técnicos impresionantes y unas cuantas obras de directores importantes que han contribuido con pelis para niños. Lalo podía escoger de entre 10 o 12 pelis y para mi sorpresa eligió Fantastic Mr. Fox de Wes Anderson. Debo aclarar que todos los miembros de mi familia nuclear y anexos cercanos tienen una gran afición al cine, pero entre sus cintas favoritas hay muchos títulos cuestionables, sin entrar en detalles, por eso me sorprendió la elección tan bien calificada de mi sobrino, quien vio la peli de principio a fin, sólo perdiéndose los momentos en que salía a comentar algo muy graciosos que había sucedió en la pantalla.

En 1999 tuve la racha más larga de pelis buenas que vi en cines, desde Fight Club hasta Black Cat White Cat, pasando por Todo Sobre mi Madre y Lola Rent. También el 2009 fue un gran año para ver cine, hubo estrenos grandes de verano que valieron la pena y  pequeñas cintas independientes que resultaron sorpresas increíbles. Entre aquella cantidad de películas, me topé con Rushmore, segunda cinta de un director texano (de Houston curiosamente), que en su momento encontré buena y entretenida. Entre todo lo que estaba viendo, no le presté mucha atención. Un par de años después estrenaron The Royan Tenenbaums y entonces empecé a poner atención al director, busqué su prima cinta, Bottle Rocket, y volví a ver aquella peli que pasé desapercibida en 1999. Esos tres ejemplos fueron suficientes para crear una obsesión. El estilo visual, la composición de los cuadros y el diseño de producción convencen como para dedicar tiempo al estudio del cine de Wes Anderson; sin embargo, el gran encanto de sus películas es otro, su tono de comedia, su realidad alterna y la dulzura genuina que alcanzan sus historias son los elementos que me hacen correr al cine cada vez que se estrena una nueva peli de él.

Moonrise Kingdom sucede a finales de los años 60, pero podría pasar en cualquier otra época, una de las maravillas del cine de Anderson es que es capaz de inventar un mundo con sus propios limites dramáticos. La anécdota es simple, en una pequeña isla, un niño huérfano se enamora de una niña durante un campamento de verano para Boy Scouts, una año después ambos deciden huir para tener una aventura. El escape de los pre adolescentes, le complica la vida a los padres de ella, al líder scout del campamento y al jefe de policía local, quienes los buscan e intentan salvarlos de ellos mismos. Suena a la típica comedia de enredos, pero quienes conocen la obra del realizador texano, sabrán que hay mucho más que esperar. Por un lado, la manufactura de la cinta es impecable, la cinta tiene una textura desaturada, es decir que hace menos brillantes los colores, lo que deja la sensación de estar hecha con película vieja, como si hubiera sido filmada en el año que se desarrolla la trama; sin embargo, la fotografía y la paleta de colores elegidos por Anderson, y sus directores de arte y de fotografía hacen que la propuesta sea más que un truco para darle onda a la peli y se convierta en un motivo más para celebrar la dulce melancolía que envuelve a la cinta.

Las actuaciones son parte de un estilo que el director ha desarrollado y tienen dos características principales, la primera es la seriedad con la que se toman la comedia, es decir, lo que sucede en la pantalla es real y sus reacciones no pretenden ser graciosas, es la magia del lenguaje cinematográfico y de un guión bien construido lo que hace que el cine entero suelte una carcajada. La segunda característica es que los personajes parece incómodos en su propia piel, todos, desde los más importantes a los más secundarios, son una especie de freaks que intentan funcionar en un mundo normal y pretenden lograrlo aunque haya siempre un dejo de tristeza en cada una de sus miradas.

Las historias de Anderson encuentran siempre un final dulce y esperanzador en medio de mundos que están llenos de complicaciones y frustraciones, sabemos que ninguna de las historias se ha cerrado, que los personajes aún tendrán que volver a enfrentarse con sus ineptitudes e incomodidades, pero los encuentros casuales que se generan durante la película, generan la esperanza de que, por lo menos, de ahora en adelante no estarán tan solos. Moonrise Kingdom se estrenó en Cannes en mayo de este año por las premiaciones y las críticas parece como si hubiera pasado desapercibida, ese es quizá otro más de los encantos de la peli, cuando salimos de la sala sabemos que hemos visto buen cine, pero es tan discreto y elegante, que no hace falta aplaudirle de pie ni llenar con frases poderosas las reseñas. Todo es una complicidad del director con cada uno de nosotros.

            

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