miércoles, 29 de agosto de 2012

Se los juro que así pasó


Mi amigo Enrique es un tipo sociable, cumplido, inteligente, disciplinado y obsesivo. Cuando yo lo conocí, hace ya más de 10 años, usaba aretes en ambas orejas, anillos que parecían tuercas en los dedos de las dos manos, cargaba su cámara a todos lados, bailaba salsa bajo cualquier excusa y no le gustaba leer ficción, es decir leía mucho ensayo, filosofía y análisis, pero no era gran fanático de leer novelas o cuentos. Hoy en día Enrique viste traje todos los días para ir trabajar, su orejas y dedos están libres de metales, la cámara ahora es parte de su teléfono, baila tango bajo cualquier excusa y sigue sin leer ficción. A mí me gusta leer, con los años he bajado mucho el ritmo de mi hábito, el internet, netflix y las tabletas me han distraído amablemente de consumir libros al ritmo de antes. Desde hace unos años mis lecturas se intercalan entre textos técnicos de cine, música, ficción, historia y uno que otro caso de zombis. Mi amigo Esteban lee mucho, y entre las cosas que hemos comentado se encuentran diferentes variedades de textos, pero últimamente ha limitado su selección a libros sobre música, simplemente porque la cantidad de volúmenes que quiere consumir sobre el tema le deja nada de tiempo para explorar otras cosas. Mi primo Eric lee terror, cada vez que lo he visto con un libro se trata de una historia de miedo.

Una de las coincidencias que tengo con la mayor parte de mis amigos cercanos es su afición al cine, no es parte del requisito para escoger amigos, pero me gusta mucho ver películas, comentarlas, leer y escribir sobre ellas, por lo tanto con los años me acerco mucho a quienes quieren ir al cine y hablar sobre el tema. Creo que puedo definir bastante bien que tipo de pelis le gustan a mis amigos, rara vez equivoco en una recomendación y aunque cada uno tiene preferencias con estilos, géneros o temas, no conozco a nadie que sólo vea un tipo de pelis en particular, es decir, a mi me encanta el terror, pero no limito a ese género mi selección de pelis, a mi amigo Manlio le gusta la introspección y poesía visual, pero disfrutó enormemente Dark Knight, y mi amigo Enrique, que no lee ficción no se limita a ver documentales exclusivamente.

El documental es un género que ha ido creciendo en mi, de niño me sonaba a clases, algo aburrido donde aprendías algo; de adolescente creía que se trataba de un género frío sin  fuerza visual ni capacidad emocional. Ahora puedo decir que en mi colección de películas se encuentran documentales que admiro y disfruto revisar y compartir con otras personas. Esto no sólo me ha pasado a mi, creo que hay una audiencia cada vez mayor para el género, en parte porque el video y los foros alternativos le han abierto un espacio importante y también porque ahora hay documentalistas como Michael Moore que se han convertido en estrellas y le abren el camino a otros realizadores. También me parece que los documentales han ido encontrando poco a poco temas menos académicos y formas más creativas de contar sus historias. Con esto no quiero decir que antes no se hacían buenos documentales, simplemente el formato era más rígido y los presupuestos más restringidos.

A los documentales le entré de lleno después de ver uno que produjo David Lynch, titulado Crumb, sobre la vida y obra del caricaturista underground de los años 60. Al verlo descubrí una de esas historias que superan a la ficción por todos lados y de hecho si alguien escribiera ese guión sobre esos personajes, no podría pensar que las cosas son creíbles. Ya más abierto al género descubrí American Movie, Dark Days, , los increíbles esfuerzos de Juan Carlos Rulfo con sus poemas de temas como el segundo piso del periférico y los viejos que conocieron a su padre, las increíbles historias judiciales de Paradaise Lost y Capturing the Friedmans y los musicales del Buena Vista Social Club y Metallica Some Kind Of Monster. Los documentales sociales como Darwin’s Nightmare o Devil´s Advocate han encontrado la forma de usar el formato para acercarse a un tema de forma académica y seria pero usando todas las herramientas visuales y narrativas para construir una película completa que no tienen nada que pedirle a la ficción. También existen los casos de los docus más abstractos como Sans Soleil de Chirs Maerker o la obra perfecta y en tercera dimensión de Wim Wenders, la cual es una experiencia tan increíble que me parece difícil de transmitir con palabras, puedo citar a mi ex jefa Lillián diciendo “es un experiencia visual que todo el mundo debería sentir” o a mi amiga Beriana, quien opina que es una de esas cosas que le devuelven a uno la fe en la humanidad, o la llamada emotiva que recibí de mi amigo Raúl cuando salió del cine para decirme que era una obligación ver Pina. La lista podría seguir pasando por los ególatras documentales de Bergman sobre él mismo y las increíbles experiencias que crea Herzog cuando nos cuenta ficción.

The Imposter inicia con la historia de un niño de 14 años que desapareció misteriosamente en San Antonio, Texas en al década de los 90. Una breve serie de entrevistas antes de los créditos iniciales nos describen el dolor de la familia que vive sin saber que le pasó al niño. Tres años después en un pueblo español el muchacho aparece, le ha cambiado el color de los ojos, tiene un acento francés cuando habla inglés y el cabello se le oscureció. Sin intención de crear suspenso sabemos que el tipo es un impostor que logró hacerse pasar por el desaparecido por varios meses consiguiendo nacionalidad y pasaporte americanos. Este documental es una de esas historias que si fuera real, la descartaríamos fácilmente porque nadie podría creer que toda esta gente puede ser engañada de forma tan sencilla y obvia, de hecho pronto en la historia comenzamos a preguntarnos si no se tratara de un documental falso. Sin embargo, la historia avanza y los detalles y el material noticioso nos va convenciendo de la realidad de este hecho tan inverosímil. La cinta se construye a partir de los testimonios de los actores principales de la historia, el impostor que resulta ser un tipo totalmente franco y carismático, la madre y hermanos del niño, y agentes de policiales de diferentes tipos. La narración es bastante lineal y cuenta con reconstrucciones dramatizadas para reforzar lo que nos cuentan, esto en un principio ayuda a profundizar la sensación de que estamos viendo una ficción, pero conforme avanza la cinta, va ayudando a fortalecer el ritmo, claridad y construcción emocional del proyecto. Una de las cosas que resultan maravillosas del documental son los personajes, sin que sea la intención principal, la cinta es un retrato de algunos sectores bastante típicos de Estados Unidos: la familia de clase media baja que raya en lo white trash, el detective privado pueblerino que se obsesiona ante un caso verdadero y lo sigue más allá de lo que es capaz de entender o interpretar,  los servidores públicos demasiado precavidos para no cometer nada que pueda ser considerado políticamente incorrecto, pero sobre todo el impostor, mitómano y maravillado de lo lejos que ha llegado su mentira, rayando ya en la necesidad de ser descubierto. La historia se cuenta de manera ágil, todas las entrevistas agregan algo y van construyendo la explicación definitiva, la que hace que todo lo que parecía poco creíble se explique; el director lo hace de tal forma que cuando sucede la vuelta de tuerca, nos parece imposible que no lo hayamos visto antes.

Sin lugar a dudas la primera condición para un gran documental es encontrar un buen tema o una historia real maravillosa, pero el resto es cuestión de habilidades narrativas y uso del lenguaje cinematográfico, en el caso de The Imposter, estamos hablando de un buen director que realiza su oficio de forma impecable y nos regala una de las películas que hay que ver este año.

Les dejo el trailer:
http://www.youtube.com/watch?v=2LuFOX0Sy_o





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