viernes, 6 de abril de 2012

Escándalo


A mi papá le gusta hablar en el cine, no sé bien si es una costumbre de su juventud o si lo empezó a hacer ya un poco más grande, el punto es que no importa si son dudas, chistes o quejas, las comenta sin susurrar, quizá pensando que a alguien más en la audiencia le será de utilidad. Habiendo dicho esto, confieso que mi padre es la única persona a la que le perdono esto, no estoy en contra de comentarios durante una peli siempre y cuando se hagan en un tono de voz bajo. Pero como toda persona maniática, siempre me sucede que estoy cerca de la persona que deja su celular a todo volumen, o peor aún, del insensato que lo contesta sin pena alguna. Tengo tan mala suerte en este tema que si entro a una sala solo y únicamente estoy acompañado por una pareja de desconocidos, dichos individuos comentan como si fuera la sala de su casa. Incluso hubo una ocasión donde éramos sólo mi amiga Maira y yo en el cine y fue ella la que empezó a gritarle a la pantalla.

Debo confesar que además de las veces que he promovido el ruido en el cine por culpa de mi padre, he desarrollado la mala manía de hacerle pasar un mal rato a otros en algunas pelis que no me gustan. Por ejemplo, en alguna comedia sin chiste, me río unos segundos después de que lo hace todo mundo o en momentos inapropiados, como justo cuando los nazis van ganando o la chica le rompe el corazón al chico, esta es una risa fingida con el único propósito de vengarme con la audiencia presente de todos aquellos que me han arruinado un momento valioso dentro de un cine.

Dentro de todos los tipos de ruidos que la gente hace en el cine, los más molestos son aquellos causados por multitudes. Hay ciertas salas en México que atraen gente que colectivamente les gusta hacer ruido, como cuando la muchacha en la oscuridad no descubre que el asesino está detrás de ella y la banda empieza a advertirle las coordenadas de su agresor como si esto fuera a cambiar el resultado, o aquellos casos de viernes por la tarde en que un montón de adolescentes entran al cine a ver cualquier cosa con el único objetivo de echar desmadre y se vuelve particularmente terrible cuando se trata de algún drama intenso. Existen los casos de sagas conocidos como las últimas entregas de Star Wars, donde la gente aplaudía cada vez que un personaje de la trilogía original aparecían en pantalla.

Hay tres ocasiones en mi vida en que disfruté del escándalo hecho por la audiencia, la primera fue un sing-along de The Rocky Horror Picture Show a media noche con un montón de fanáticos totales de la cinta que, con disfraz y todo, cantaban las canciones siguiendo la pelotita que marcaba el tiempo de la letra en la pantalla, aquella experiencia fue muy divertida y la recomiendo a cualquier persona que tenga la oportunidad de asistir a una función así. La segunda fue durante la proyección de una peli de Andy Warhol, Sleep, en la cual un hombre duerme por poco más de 5 horas, cuando mis amigos y yo no salíamos de la sala, un hombre nos gritó la palabra JERKS, a lo que mi amigo contestó muy alto la palabra PRETENTIOUS. Por último creo que no hubiera disfrutado tanto Moulin Rouge si la respuesta de la audiencia no hubiera sido tan teatral dentro del cine.

Cuando entré a ver The Hunger Games, sentí que estaba entrando en una trampa, por un lado, no estaba tan convencido de verla, demasiada publicidad y los cortos no me habían parecido nada interesante, si a esto le sumamos una sala llena de adolescentes, todo pintaba a una experiencia dolorosa. Se apagaron las luces y empezó la peli. Cuatro adolescentes a mi derecha empiezan a temblar, claramente no pueden contener la emoción que les causa conocer a los personajes en una pantalla de 22x57 pies, a todo color y con sonido surround. La peli parte de una premisa que hemos visto muchas veces, Estado totalitario, sacrificios humanos, entretenimiento violento y una muchacha que parece feita y peludita, pero se pone guapa con un poco de esfuerzo. La dirección engaña durante los primeros 15 minutos, donde parece que el realizador está construyendo un estilo con lentes largos y edición caótica reflejo de la circunstancia específica de la protagonista, pero después nos damos cuenta que es sólo desorganización, ausencia total de habilidades de encuadre y una edición que pretende ocultar lo mal filmadas que están las secuencias de acción. El tiempo que se ahorran en contar las 20 historias alrededor de la trama principal parece una buena forma de lograr intimidad con la protagonista, pero este concepto se cae cuando cortan demasiado al presidente dictador para demostrar que el es tan malo que merece un lugar junto al diablo, Darth Vader y Carlos Salinas de Gortari. La heroína en cambio es tan buena que gana un juego de supervivencia sin portarse mal con nadie y sólo huyendo del peligro. No he leído el libro, pero me da la impresión que hay rasgos de crueldad que la peli evita para hacerla más digerible a audiencias ansiosas de una historia de amor muy forzada.

La experiencia positiva fueron las adolescentes a mi derecha, sus reacciones exageradas adelantaban todo lo que iba a suceder a cada personaje y por momentos me causaban la expectativa de que realmente iba a suceder algo impresionante y aunque en cada ocasión resultó decepcionante, debo decir que sin sus explosivas reacciones, me hubiera aburrido las dos horas y media que dura la peli. Puedo sumar una más a mis experiencias positivas de gente ruidosa en el cine.