viernes, 9 de diciembre de 2011

Niños tridemensionales

A mi amigo Raúl no le gustaban las películas para niños, siendo un hombre de más de 25 años no había espacio en su agenda para ver historias infantiles con personajes adorables y curiosos. No había técnica innovadora ni avance tecnológico que le causara motivación para ver alguna cintas de Pixar, Dreamworks o similares. Hace unos tres años  Raúl se casó con una Meghan en la entrañable ciudad de Dallas, de entonces para acá, he recibido dos recomendaciones de películas para niños de su parte (Wall E y Up) y una queja sobre la trama pro capitalismo imperialista de Toy Story 3. Independientemente de calidades y opiniones, estos comentarios quieren decir que ya ve cine infantil animado. A mí, me ha pasado lo opuesto, entre mi afición por la tecnología en animación 3D y mi fascinación por personajes adorables y curiosos, veía una gran cantidad de películas para niños, hasta hace unos 3 o 4 años , cuando empecé a dejarlas pasar una tras otra, sin discriminación, sólo vi un par, incluida la anti comunista Toy Story 3.

Justo en el momento en que dejé de ver películas animadas para niños, inició la moda de la tercera dimensión (esto de ponerse unos lentes y oscurecer la película como el 50 por ciento), por lo cual durante un par de años no le puse atención a esta nueva forma de ver cine. No fue sino hasta que salió Avatar, que me animé a pagar un boleto más caro y ponerme los lentes.  Mi opinión sobre la versión de los pitufos de James Cameron, podría ser motivo de una entrada de este blog, pero hoy sólo me quiero concentrar en la impresión tan fuerte que me causó la forma en que el mundo de Pandora alcanzaba profundidad, esto no era un truco más para hacer que la audiencia se agachara cuando una nave salía de la pantalla, era un estilo de filmar, de contar la historia.

De ahí en adelante todo intento en 3D que he visto ha sido una decepción, desde el aburridísimo intento de Tim Burton, hasta las innecesarias versiones de Michael Bay, en general parecía que esta tecnología era un truco para vender boletos de cine más caros y crear una experiencia que no puede ser ofrecida por la piratería o el internet. Justo por eso me pareció normal cuando leí que el éxito de las películas que se ven con lentes iba en picada. Cuando leí que Martin Scorsese filmaba su primera película en 3D, pensé que ya habíamos llegado al exceso de desesperación por parte de los estudios y ahora estaban recurriendo a cineastas consagrados para vender el formato en el que seguro habían ya invertido una fuerte cantidad de dinero. Peor fue mi reacción cuando supe que el nuevo proyecto del director de Taxi Driver era una cinta para niños, todo parecía un gran desastre mal calculado.

Hugo es la historia de un niño huérfano que vive en la estación de trenes de París, ha heredado de su tío el importante trabajo de dar cuerda  a todos los relojes del lugar, en medio huye del policía del lugar que atrapa niños para mandarlos al orfanato e intenta arreglar un curioso muñeco mecánico que fue lo último que obtuvo de su padre antes de morir. El inicio de la película es una secuencia digital que podría ser la justificación visual para la existencia del 3D,  Scorsese hizo la tarea y junto con el fotógrafo Robert Richardson nos regalan un espectáculo visual tan rico y elegante que parece difícil creer que estamos ante la obra de un director de casi 70 años, que empezó a hacer cine antes de que existiera la post producción digital y que nunca antes había realizado algo tan ligado con los últimos inventos técnicos. Pero resulta que la mayor razón para ver Hugo, no es el despliegue visual en tercera dimensión, es la historia increíblemente personal que logró su director en un proyecto tan grande. Scorsese es conocido por su inmenso trabajo en preservar y difundir la historia del cine, cuando uno lee entrevistas que le han hecho, se puede pensar que es quizá la persona que más películas ha visto en el mundo. Y su último proyecto es un homenaje al inicio del cine, particularmente a Georges Méliès, uno de los primeros realizadores en contar historias con la imagen en movimiento y creador absoluto de los efectos especiales. La cinta es de principio a fin un cuento infantil, con todos los clichés necesarios y personajes curiosos que caracterizan al género, pero para un fan absoluto del cine como yo, trasciende la anécdota de amor y aprendizaje, para convertirse en un viaje emocional por mi forma de expresión favorita en todo el mundo. Con un poco de lágrimas salgo del cine pensando, de verdad amo el cine.

Trailer
http://www.youtube.com/watch?v=oOWi4Nx12dk&feature=fvst

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