jueves, 1 de diciembre de 2011

La primera vez... parte 1 de 2


Hace unos años, cuando se juntó The Police para hacer una gira mundial (y mucho dinero), mi amigo Esteban opinaba que eso era lo mejor a lo que podría aspirar un grupo de rock, editar 6 o 7 discos, separarse y volver unos años después con giras de éxitos. Después de analizar caso por caso y ver lo que le sucedió a la música de U2, Pearl Jam, Metallica entre otros, comprobar justo como la desintegración salvó a los Beatles, Rage Against the Machine y los Pixies, quienes aún con reencuentros no han vuelto a lanzar nuevo material y esto los mantiene en el mismo nivel musical donde se quedaron.

Estas últimas semanas vi diferentes avances de películas de cineastas veteranos o experimentados y me entró la duda sobre si los cineastas empiezan a repetirse después de un rato, si valdría la pena encontrarles un año de jubilación y mandarlos pensionados a esperar homenajes con retrospectivas, o quizá limitar el número de películas que puedan realizar antes de empezar a hacer versiones de la misma película una y otra vez.

Pensé en los casos terribles, el de Emir Kusturica, quien después de Gato Blanco, Gato Negro sólo nos ha regalado dos documentales mediocres y un potpurrí de todas sus películas anteriores bajo el título La Vida es un Milagro, pensé en como Tarantino se quedó sin cosas que decirnos después de Pulp Fiction y se ha dedicado a repetir la misma fórmula de copiar otras películas y hacerlas más grandes, con una producción mas exquisita. Y luego pensé Kubrick y como su estilo de producción no le permitió hacer más cine y como siento que quedó a debernos por lo menos un par de películas más, o en Bergman que se retiró formalmente pero lo que nos siguió dando en guiones y televisión fue de verdad increíble. Y qué puedo decir de Woody Allen, cualquier limitación nos hubiera dejado sin Sweet and Lowdown o Match Point. Y así fue como decidí ir presentando cada caso, conforme la nueva película me dio la oportunidad de evaluarla.

La primera película que vi de David Cronenberg fue The Fly, como parte del maratón de cine de terror del que fui testigo de niño, presencié la terrible transformación de Jeff Goldblum en una mosca gigante, pero no me volví a topar con su cine conscientemente hasta muchos años después, cuando vi Crash en la cineteca nacional. La experiencia fue algo increíble, la mezcla de asco y morbo con la riqueza visual, resultaba encantadora, verla una vez no me pudo definir si me gustaba la película, llevó un par más y una discusión con Manlio, definir mi encanto por la cinta de Cronenberg y de ahí mi obsesión con todo su cine. El cineasta canadiense tiene 3 etapas claras, el cine de terror orgánico, donde el sexo, las enfermedades y la tecnología nos encierran en un mundo espeluznante donde las cabezas estallan, las televisiones nos poseen y el deseo sexual nos convierte en zombis. La segunda etapa es más intelectual, continúan las obsesiones con el cuerpo humano y su interacción con la tecnología, pero en esta ocasión se trata de mundos mucho más subjetivos y privados, de reacciones psicológicas a eventos exteriores donde la autodestrucción se convierte en la única salida para escapar de los límites que se imponen desde afuera y hacia adentro. La última etapa, es la de un cineasta más maduro no tan interesado en el cuerpo humano y su capacidad de deteriorarse, sino en la capacidad interna de desarrollar una personalidad, modificarla, fingirla y el resultado que tiene en temas como la violencia, el miedo y el deseo sexual.
Analizando de esta forma el cine de Cronenberg, resulta claro que su nueva peli, A Dangerous Method, se trate sobre la relación de Sigmund Freud y Carl Jung, durante el tiempo que crearon y contribuyeron al crecimiento del psicoanálisis. La cinta es perfecta en su realización, Cronenberg ha afinado su dirección a niveles casi irreconocibles si los comparamos con aquellos de Shivers y Rabid. El guión fluye perfecto entre la anécdota histórica y el morbo del director por construir un Jung obsesivo y depresivo que lucha constantemente por definir la línea entre  el autocontrol y la represión, un Freud que se convierte cada segundo en el padre que todos necesitamos matar y una Sabina Spielrein que se debate entre el amor, el deseo y la necesidad de curarse para siempre de sus obsesiones patológicas. Michael Fassbinder se está convirtiendo en el mejor actor de su generación, interpretando diferentes personajes y la sutilidad con la que encarna a Jung en esta película es de verdad hermoso. Sin embargo, creo que Cronenberg ha perdido algo, sus películas eran capaces de una fuerza arrolladora, que ha ido desapareciendo poco a poco y ahora no sé si por la edad, o simplemente por un cambio de intereses, pero el realizador canadiense empieza a dejar de construir su mundo y comienza a retratar el nuestro. Para mi, estamos perdiendo algo.

La primera vez que vi a Clint Eastwood fue en el show de los Muppets, justo en el pico de su carrera, ya olvidado de los vaqueros, concentrado completamente en el personaje de Harry el sucio. La primera vez que supe que dirigía, me pareció chistoso, luego ganó el Oscar y poco a poco comencé a poner atención. Eastwood es uno de esos directores que se fueron haciendo con los años, aprendió a filmar después de muchos errores y poco a poco fue construyendo una filmografía que con sus altos y sus bajos, incluye una de las cintas más hermosas que he visto en los últimos años, Letters From Iwo Jima es quizá la mejor película de guerra que he visto en mucho tiempo. De ahí para atrás hay cosas buenas como Million Dollar Baby, medianas como Mystic River y sorprendentemente aceptables como Space Cowboys. Sin embargo de unos años para acá, su cine se ha vuelto flojo, a sus 81 años, parece que ya no tiene la paciencia de construir sus guiones con la misma eficacia  y rigor con la que lo hizo hace algún tiempo. Gran Torino, Invictus y la reciente Hereafter son pruebas de un director que tiene una buena idea, pero sucumbe ante lo más sencillo, lo gratuito o simplemente lo satisfactorio.

J Edgar sufre del mismo mal que sus predecesoras inmediatas, sin embargo en esta ocasión duele más. Eastwood retrata la vida de un hombre sumamente perturbado, con acceso casi ilimitado al poder, una homosexualidad reprimida y una madre controladora que podría haber dado para mucho más. Sin duda DiCaprio está en uno de sus mejores papeles, pero el retrato en si, no pasa de una serie de anécdotas sobre alguien que al terminar la película, parece haber sido irrelevante. De alguna forma se quiere construir un retrato parecido al que hace Oliver Stone de Richard Nixon, en donde desaparece el mito del hombre malo para explicarlo con un hombre frustrado, reprimido y muy complejo, pero la versión de Eastwood de Hoover, resulta apenas una pincelada de los tormentos que construyeron el mito de uno de los hombres más poderosos del siglo XX. Parece que el talento del director va desvaneciéndose a la misma velocidad que le llevó adquirirlo.

Por hoy, los dejo de aburrir, todavía les quiero platicar lo que el sucedió a Pedro Almodóvar y a Lars Von Trier.

Continuará…




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